lunes, 2 de mayo de 2011

Retazos y traveseos (III)

Un grito de Jimena me restituyó a la hazaña diaria que con abusiva frecuencia estimula mi apología de una vida aminorada de responsabilidades. Era mi segundo sobresalto esa mañana y comencé a alimentar cierto marasmo, cierta polarización contra la que tenía que batallar para impedir que una rocambolesca pulsión me hiciera desear haber acudido a trabajar hoy y no permanecer en casa disfrutando de la compañía de mis hijos. Respiré y forcejeé por erradicarla y creo que, momentáneamente al menos lo logré, cuando pude verificar con júbilo que Jimena y Tristán habían consensuado qué emisión televisiva iban a tener delante de sus ojos mientras esperaban el desayuno.

En las últimas navidades Isabel me regaló una avalancha de canales digitales, con amenaza incluida de permanecer y multiplicarse como los panes y los peces, para que pudiera disfrutar una vez más (la cursiva sigue siendo mía) del espectro de oferta televisiva que, me imagino, debía merecerme. Cuando los tuve ante mí, y planifiqué la exigida instalación, recordé aquello que tradicionalmente sostenían mis antecesores cuando justificaban sus notables índices de fecundidad por la ausencia de la televisión; pensé que el obsequio implicaba algún mensaje (no traía tarjeta dedicada) y un vaivén de conjeturas pertrechó mi existencia. Era producto de esa maldita costumbre de analizarlo todo en lugar de amarlo ciegamente, hábito que seguramente conquistaría sólo cuando estuviese próximo el final de mi vida.

De nuevo mis retoños me exigían un plan, un proyecto para el resto del día cuyo diseño recaía inevitablemente en mí. Otra vez la perpetua responsabilidad de ser padre tenía que ser perforada por radiantes dosis de creatividad para evitar los infantiles clamores de incompetencia paterna que con recurrencia me adjudicaban. Estéril de ilusiones, yo casi siempre acogía cualquier promesa de sortear el hábito, de esquivar la cálida inercia de volver a vivir lo ya vivido y de seguir las pisadas en vez de caminar. ¿Qué hacemos hoy, papá?

Involuntariamente regresé a Isabel. Su diaria huida laboral deterioraba cada vez más mi frescura y restringía mi atrevimiento y mis alternativas. Maldije mi debilidad y retorné a Jimena y a Tristán. Aposté fuerte a que en esta ocasión la improvisación no aventajaría a la reflexión, pero reflexionar requiere sosiego y esta cualidad iba en el mismo envoltorio que mis ilusiones. La amenaza de naufragio me estimuló y rebusqué en mi memoria alguna de esas propuestas fugaces que a menudo me invadían y que precisamente desechaba por mi pobreza de tiempo. Es algo semejante a lo que me ocurre cuando las convenciones y la simbología cultural y comercial me apremian a hacer gala de mi esmerada socialización occidental y a decidir con qué halagar a Isabel en la recurrente Navidad, en el decimonónico día de la madre, en el febril San Valentín o hasta en el googleliano día de la mujer trabajadora. Es entonces cuando intento evocar alguno de esos momentos en que durante el bullir cotidiano doy por absolutamente zanjado qué voy a regalarle cuando lleguen esas fechas tan lucrativamente señaladas. Casi nunca logro recordarlo y reconozco que últimamente aprovecho los inmanentes afanes de Tristán y Jimena por brillar frente a su padre para reconquistar mi memoria.

¿Qué hacemos hoy, chicos?

Miré por la ventana del salón y me atreví a precisar una errada estimación termométrica. Quince grados centígrados. Sol sin viento. Con este contexto, la preferencia por una actividad deportiva en la naturaleza (también sirve el campo) me estimuló lo suficiente y fui capaz de aprovisionarme de ímpetus y persuadirlos de que era un día impecable para realizar el recorrido que solíamos hacer hasta la ciudad vecina. Ellos en bicicleta y yo trotando o galopando en función del perfil del terreno.

Hoteles adults only

El naufragio demográfico de España es absoluto. El valor social de los hijos es menor que el de los perros. Recuerdo aquel dicho que señalaba ... me tratan como a un perro. Ya quisieran muchos niños tal cortesía canina (con ahorro de pañales incluido: las heces en mitad de la acera).
Hoy a los niños se les priva de ver el sol de cada amanecer. Con creciente frecuencia quedan sepultados bajo lápidas construidas con televisores LED de alta definición y muchísimas pulgadas por los que transitan magníficos todos-terrenos (en algo hay que usar el 4X4 y es muy caro sustituir los neumáticos) comprados con el crédito de la falaz excusa de que se gana poco dinero para poder criarlos.
Aquí cabe la cita de Brassens: el mejor vino no es el más caro sino el que se comparte.
No sé cuál es la razón, pero la ausencia de estímulos es el eje vital de demasiada gente. Por supuesto aquí se incluye la carencia de responsabilidades. A menudo escucho hipócritas apologías de la vida en soledad rodeadas de una amargura y un fracaso personal que se disimula (y hasta se arroja) barnizándolo con dosis de mayor libertad (también queda el gimnasio, el pilates o el tai-chi o la tienda tan mona de complementos). En realidad, su mensaje es que cuanto menos te esfuerces por los demás más conseguirás para ti.
Doy gracias a la firmeza de mis padres, de mis profesores y de algunos buenos jefes por impedir que nunca albergue dudas sobre algunos aspectos claves. ¡Tío, no te dejes engañar!
Poco a poco, ser padre o madre en España se convierte en una catástrofe económica, en un estigma laboral, en una amenaza del bienestar, en un factor desintegrador de la pareja. Casi nadie lo denuncia abiertamente, pero el coste de este desprecio lo pagaremos tan caro que esto que hoy llamamos crisis apenas lo parecerá.
Lo último: los hoteles pensados para adultos que van llenando los folletos y la oferta vacacional apelando a placeres tan excelsos como un ambiente relajado y sin ruidos (otra vez la ausencia de estímulos). Se unen a las raquíticas y poco competitivas posibilidades turísticas para familias en nuestro país.
No es fácil bautizar esta hecatombe social, pero iremos intentándolo ¿la burbuja egoísta?

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Retazos y traveseos (II)

Un ingrato haz de luz arrebató mi sueño y agradecí que fuera él y no la bulliciosa alarma de mi Casio lo que me resucitara, aunque luego pensé que mi actividad renacía tan temprano cada mañana que el sol y mi despertador nunca tenían la oportunidad de abrazarse. Sentí su mirada muy cerca, la tibieza de sus labios en un beso acostumbrado y rendido, su frágil y madrugadora voz: “volveré sobre las cinco” y su intenso aroma a esa inclasificable esencia artificial con la que solía engalanarse. Recapitulé. Si el ardiente y caluroso día caminaba ya con paso firme hacia su cenit y yo aún regateaba mi horizontalidad, es que una de esas extravagancias legales de mi esclerótico estatuto funcionarial aliviaba hoy uno de los nudos de la soga que me mantenía unido a esa pequeña región del cadalso en que se desenvolvía mi existencia. Si Isabel se había despedido es que desde ese momento me había transferido en exclusiva la responsabilidad compartida del cuidado y la vigilancia de nuestros dos hijos que, milagrosamente, extendían su sueño todavía hasta esa hora. Olisqueé su ausencia en el lecho y como un espejismo brotó la imagen de su apretado camisón que acabó por sumirme en un oasis de inconsciencia ebrio de soledad y pasión.

Los pasos de Tristán hacia la habitación y su quejumbrosa voz temprana me reintegraron a la realidad. Su deambular tambaleante y sus ojos semiabiertos perseguían ansiosa y desesperadamente encontrar otros (los de su madre, los de su hermana o los míos) para incorporarse ya sereno a la actividad de una nueva jornada, como el conductor desorientado y exhausto que busca de madrugada un indicio suficiente para dirigir sus pasos y calmar, al menos momentáneamente, su desazón. Se tumbó junto a mí y comprobé que afortunadamente esta vez había triunfado en su afán de continencia nocturna y, tal como exigen los rigores de la correcta psicología del aprendizaje infantil, reforcé su actitud con un «eres un campeón» que él recibió de buena gana agradeciendo generosamente mi reconocimiento aunque sin ofrecerme tregua me indicó con gesto de complicidad egoísta que debía levantarme y acompañarle al salón.

Hacer el desayuno ha constituido siempre para mí un momento placentero. Es como volver a disponer de una nueva oportunidad, como gozar de renovadas posibilidades de disfrutar y de sentirse bien aun asumiendo entonces la proposición silogística de que el instante que precede a quedarse dormido justo al final del día representa otra derrota y una nueva desilusión. Me ocurre algo similar cuando una vez a la semana deposito mi recurrente apuesta en la lotería primitiva con el anhelo de que podré hacerme rico, a pesar de que estoy convencido de que mi vida no se alterará un ápice. Hasta demoro comprobar los números premiados para alargar la confortable sacudida que produce la ilusión previa al desastre. Creo que son los antropólogos los que sostienen, tras haber examinado concienzudamente y con rigor a muchas sociedades, que es común en el ser humano que el brío que aviva la esperanza supere la tenacidad de la experiencia. Los mensajes que a menudo recibimos y que nos invitan a realizar esa primera ingestión del día de una manera abundante y saludable como método infalible para afrontar con éxito el resto del día, no hacen más que corroborar mis hipótesis, a pesar de que ahora los apuntalen con consejos dietético-energéticos y que desde luego yo no pongo en duda.

viernes, 12 de noviembre de 2010

Retazos y traveseos (I)

Una noche más el balanceo de la vida me ofrecía su revés y no me permitía esquivar la intensa voracidad de mis deseos. A pesar de que por la tarde se había alojado en un ceñido camisón de flores con sólo una minúscula braguita debajo..., a pesar de que al encender la luz de la habitación su imagen, de espaldas, inflamó mi espíritu..., a pesar de que acaricié su trasero con mis dedos y su alma con mi voz..., mi recompensa fue el mismo añejo y monótono reproche. Regresé entonces a la silenciosa lealtad del portátil y comencé a escribir.

Abandoné el tabaco hace unos meses. El cigarrillo ha perdido su efigie cautivadora derribada por los científicos mensajes que difunden los desastres de su compañía y reconozco que remonto las escaleras y que actuó en otros escenarios con mayor dignidad física que antes. Sin embargo, la complicidad de su humo en noches como ésta proporcionaba una inmensa comprensión, anunciaba una eterna adhesión y parecía transmitir un fiel y a la par traidor “estaré contigo siempre que me necesites”. Indudablemente era una consecuencia de la complejidad y la trampa de sus sustancias (de sus ingredientes) y de ese vínculo que se alcanza no sólo con los seres vivos sino a veces también con las cosas; más aún en este caso en que nunca nadie fuma dos veces el mismo cigarrillo, como no es posible bañarse en la misma agua aunque te sumerjas en idéntica zona del río. Confieso que su ausencia deja un hueco que nunca se llena, como el de aquella noche. Ese vehemente apetito de entregar y recibir ya nunca sería saciado porque como el agua del río jamás volvería.

Al contacto con las teclas y con la soberbia sensación de inventar y por tanto de aproximarme a la perfección de esa imagen de creador que cada cual posee, deseé sosegar la madrugada para impedir que me oprimiera el sueño y que pudiera someter y esclavizar mi limitada energía, mi llama cotidiana que, ese día, había prendido casi dieciocho horas antes y que había sido derramada, diseminada, en todos los campos que metafóricamente siembra en cada jornada un personaje, cualquier protagonista de estos tiempos.

Perdí.

lunes, 30 de noviembre de 2009

Las "tías en bolas"

Hago hoy balance de mi "progreso 2.0" desde que hace un mes RED dio el pistoletazo de salida de mi protagonismo en este mundo. La vida real (entiéndase la que no es 2.0) exige plazos más amplios para valorar avances y resultados; pero en las redes sociales todo va más deprisa (ir rápido no siempre es mejor, pero la velocidad es sólo una referencia medida entre dos puntos, como los rádares de tramo).
Una sola frase a modo de eslogan o lema me sirve para resumir este mes: de la desorientación a la utilidad.
Ahora tengo un blog. Durante el día, en cualquier momento o lugar, vivo algún acontecimiento o simplemente paso por allí y de repente pienso ¿podría escribir algo sobre esto en el blog?
Formo parte de Twitter y de Facebook, y he sido capaz de crear una wiki con más compañeros. En ocasiones percibo que voy más despacio que algunos de ellos y seguramente no tengo todavía mucho novedoso que aportar.
Aunque no tengo la costumbre de contarlo a mi entorno más próximo, todavía, cuando se me escapa, me da la impresión de que es frecuente que cualquier actividad de protagonismo en la web se relacione con chatear, con recelos y ¿pero con quién estás hablando?
Esto no deja de recordarme a los de "¿para qué queréis esto? ¿para ver tías en bolas?"; fueron expresiones de algunos jefes cuando hace ya un década les intentábamos convencer de la imprescindibilidad de disponer de conexión a Internet en el trabajo.
Lo más difícil será volver a convencer a los de "las tías en bolas" de que las posibilidades de la web 2.0 son irrenunciables para cualquier organización, pública o privada, nueva o consolidada, conservadora o vanguardista.

miércoles, 28 de octubre de 2009

El lenguaje político

Recientemente, una magnífica filóloga ha resucitado mi viejo interés por escribir bien y por descarnar a la retórica de cualquier acusación peyorativa que difumine su médula persuasiva. Con insistencia, esta brillante mujer me ha advertido que conocer bien cómo manejan el lenguaje los actores políticos es una especie de acto de "desvirgamiento" intelectual tras el cual ya nada se leerá con creída objetividad (¿inocencia?).
Me animó a devorar a Lakoff http://liurl.com/30j y desde ahí atravesé unas intensas semanas junto a los marcos del lenguaje (y de pensamiento), las metáforas, el lenguaje políticamente correcto, el eufemismo (y el disfemismo), la elipsis, la morfosintaxis, la colocación de las subordinadas, etc. Desde entonces permanezco alerta y soy capaz de diseccionar la intención que subyace a mensajes que antes no aceleraban mi adormecido recorrido textual si no era porque su agresión idiomática apuntaba a agitadores del Pilot o a apaleadores del Word, que sufrieron apagones en el claustro materno y que padecieron las paperas justo cuando el sufrido profesor explicaba exhausto las reglas de la escritura.
Lo peor es que acabas por comprender el elevado potencial del lenguaje para sustentar nuestos pensamientos y reflexiones y las grandes posibilidades de que tú seas capaz de guiar los de otros si gozas de opciones para ser leído o escuchado. El bando del alcalde de Madrid poco después de los asesinatos del 11M http://liurl.com/30m es una clara muestra de que nada está vedado a unas palabras genialmente trabadas .
Ahora pienso que quizá mi estado de "virginidad" era más plácido. Afortunadamente con RED descubrí Twitter y sus 140 caracteres, poco propicios para el eslogan e insuficientes para modificar marcos, y desde entonces vuelvo a confiar en la sinceridad plena de quien escribe con el propósito fundamental de adentrarse en ese aspecto que hasta las encuestas rigurosas confirman reiteradametne como el que en mayor medida conduce y proporciona felicidad: las relaciones con los demás.

martes, 20 de octubre de 2009

Bienvenidos a RED

Alumbro, inauguro y bautizo mi blog con esa emocionante ilusión que acompaña al descubrimiento de lo nuevo. Su título es un homenaje simbólico a una de las escenas de cine que mejor sensación ha depositado en mi memoria a largo plazo (o memoria ROM), y que curiosamente forma parte de una película muda (terrible paradoja la de utilizarla para el post de un blog).

El film es Spirit: el corcel indomable, su género la animación y su música del inefable Bryan Adams; su protagonista un caballo salvaje, su escenario las montañas y llanuras del salvaje oeste americano; la imagen, una carrera al unísono del corcel sobrevolado por el ave majestuosa; el mensaje la libertad (luego el caballo la perderá) y compartir, no competir.

Este es precisamente el objetivo principal del reto que comienza aquí. Bienvenidos a RED (REDES SOCIALES APLICADAS A LA GESTIÓN DE LAS ORGANIZACIONES )