viernes, 12 de noviembre de 2010

Retazos y traveseos (I)

Una noche más el balanceo de la vida me ofrecía su revés y no me permitía esquivar la intensa voracidad de mis deseos. A pesar de que por la tarde se había alojado en un ceñido camisón de flores con sólo una minúscula braguita debajo..., a pesar de que al encender la luz de la habitación su imagen, de espaldas, inflamó mi espíritu..., a pesar de que acaricié su trasero con mis dedos y su alma con mi voz..., mi recompensa fue el mismo añejo y monótono reproche. Regresé entonces a la silenciosa lealtad del portátil y comencé a escribir.

Abandoné el tabaco hace unos meses. El cigarrillo ha perdido su efigie cautivadora derribada por los científicos mensajes que difunden los desastres de su compañía y reconozco que remonto las escaleras y que actuó en otros escenarios con mayor dignidad física que antes. Sin embargo, la complicidad de su humo en noches como ésta proporcionaba una inmensa comprensión, anunciaba una eterna adhesión y parecía transmitir un fiel y a la par traidor “estaré contigo siempre que me necesites”. Indudablemente era una consecuencia de la complejidad y la trampa de sus sustancias (de sus ingredientes) y de ese vínculo que se alcanza no sólo con los seres vivos sino a veces también con las cosas; más aún en este caso en que nunca nadie fuma dos veces el mismo cigarrillo, como no es posible bañarse en la misma agua aunque te sumerjas en idéntica zona del río. Confieso que su ausencia deja un hueco que nunca se llena, como el de aquella noche. Ese vehemente apetito de entregar y recibir ya nunca sería saciado porque como el agua del río jamás volvería.

Al contacto con las teclas y con la soberbia sensación de inventar y por tanto de aproximarme a la perfección de esa imagen de creador que cada cual posee, deseé sosegar la madrugada para impedir que me oprimiera el sueño y que pudiera someter y esclavizar mi limitada energía, mi llama cotidiana que, ese día, había prendido casi dieciocho horas antes y que había sido derramada, diseminada, en todos los campos que metafóricamente siembra en cada jornada un personaje, cualquier protagonista de estos tiempos.

Perdí.

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